El concepto de competencias con enfoque T fue introducido en la década de 1980 por los consultores de McKinsey y ganó relevancia posteriormente gracias a Tim Brown de IDEO, la consultora especializada en innovación, quien resaltó la fusión entre especialidad y la fluidez interdisciplinaria. Según Brown, los individuos con competencias T son capaces de "colaborar entre disciplinas con expertos en otras áreas" siendo ellos mismos expertos en un campo o dominio específico. En este caso, el trazo vertical representa el conocimiento y experiencia en un dominio específico, mientras que la barra horizontal representa el conocimiento transversal y la capacidad de colaboración en equipos interdisciplinarios.
Recientes investigaciones en el área refuerzan este enfoque del liderazgo emprendedor. Por ejemplo, Wai
Fong Boh, profesora de la Nanyang Business School en Singapur, ha demostrado
que los inventores que demuestran esta dualidad; es decir que tienen la
habilidad de actuar como especialistas y generalistas al mismo tiempo son los
que tienen mas probabilidad de desarrollar innovaciones con éxito comercial. Por
otro lado, la investigación de Philip Tetlock, profesor de Psicología en la
Universidad de Pensilvania, revela que el conocimiento profundo por sí solo no
garantiza resultados superiores; por el contrario, combinar experiencia con
perspectivas diversas produce los efectos más eficaces.
La dimensión
horizontal: amplitud emprendedora
En el área de
los emprendimientos, la barra horizontal de la T abarca competencias tales como
liderazgo, estrategia, análisis de mercado, finanzas y comunicación. Esta
amplitud permite a los emprendedores entender a los clientes, relacionar
dominios técnicos y comerciales, y gestionar equipos multifuncionales. Durante
las primeras etapas del emprendimiento, estas capacidades son esenciales para
validar la adecuación al mercado, desarrollar propuestas atractivas, obtener
financiamiento inicial y gestionar relaciones con diversas partes interesadas.
Por ejemplo, la
investigación de Antonio Ramos Rodríguez, de la Universidad de Cádiz, resalta
la importancia del capital social e intelectual; es decir, esas redes amplias
de conocimiento y perspectivas diversas, para identificar y aprovechar
oportunidades de negocio. La creciente complejidad e incertidumbre de los
mercado, exigen enfoques multidimensionales que trasciendan la especialización
en un solo dominio, por lo que la amplitud (competencias complementarias)
no es solo ventajosa, sino esencial para el éxito emprendedor.
La dimensión
vertical: experiencia y conocimiento profundo
El componente
vertical representa la experiencia profunda y específica en áreas como ingeniería,
diseño, marketing, finanzas, producción, cadenas de suministro y manejo de
datos, entre otros. Este conocimiento especializado permite a los emprendedores
comprender y guiar el desarrollo técnico, evaluar la viabilidad y supervisar la
ejecución de productos o servicios clave. Sin esta base experta, los
emprendedores corren el riesgo de desarrollar soluciones comercialmente atractivas
pero inviables técnicamente, incluso estratégicamente inconsistentes.
Hay muchos casos
que demuestran el poder de combinar profundidad con amplitud. Emprendedores
exitosos como Elon Musk ejemplifican este modelo: su sólida formación en física
e ingeniería le permite liderar directamente Tesla y SpaceX, su profundidad
técnica impulsa la innovación, mientras que sus competencias amplias le ayudan
a moldear mercados, influir en políticas y construir emprendimientos
sostenibles. De manera similar, Steve Jobs, aunque no era ingeniero, desarrolló
una profunda experiencia en diseño y desarrollo de productos, la cual combinó
con visión estratégica y habilidades de marketing para transformar Apple.
La relación
sinérgica: profundidad y amplitud
La efectividad
del emprendedor T reside en la relación sinérgica entre estas dos dimensiones.
La amplitud proporciona el entendimiento contextual necesario para
navegar la creación de empresas, ofreciendo perspectiva sobre cómo se
interconectan las distintas funciones del negocio y permitiendo una toma de
decisiones informada en múltiples dominios. Esta base amplia sirve como
contexto para el juicio emprendedor.
La profundidad
actúa como el motor de ejecución, proporcionando la competencia técnica
necesaria para desarrollar productos y servicios que respondan eficazmente a
las necesidades del mercado. Este conocimiento especializado suele constituir
la propuesta de valor que define el emprendimiento y lo diferencia en mercados
competitivos. La integración de estas dimensiones crea un conjunto de
habilidades integral que responde a la naturaleza multifacética de los desafíos
emprendedores.
El enfoque T
en la práctica
Muchos emprendedores
actuales desarrollan primero competencias técnicas profundas en áreas como
programación, impresión 3D o inteligencia artificial, y luego desarrollan
gradualmente otras competencias tales como, gestión de equipos, marketing,
cadena de suministro y comportamiento del consumidor, para convertir sus
capacidades técnicas en negocios viables. Esta progresión de la profundidad
técnica a la amplitud emprendedora muestra cómo la forma de T se desarrolla
a través de la aplicación práctica.
Si entendemos el
emprendimiento como un proceso de seis etapas: generación de ideas, desarrollo
de productos, validación del producto en el mercado, validación financiera, introducción
del producto en el mercado y gestión estratégica. Las competencias horizontales
permiten avanzar en este recorrido mediante el reconocimiento de oportunidades,
articulación de visión, coordinación de equipos y navegación del mercado. La
experiencia vertical permite la ejecución mediante el diseño de soluciones,
resolución crítica de problemas, iteración de diseño y aseguramiento de calidad
técnica.
Como
desarrollar competencias T
Cultivar un
perfil T requiere una búsqueda intencional en ambas dimensiones. El proceso
comienza con el fortalecimiento de la experiencia en un dominio principal
mediante compromiso sostenido con conocimiento experto, a través de cursos,
proyectos y experiencia profesional. El concepto de práctica deliberada;
es decir, el aprendizaje enfocado en la mejora continua de una habilidad
específica, mediante la repetición intencionada, introducido por Malcolm
Gladwell proporciona un marco útil, aunque, en este caso, el éxito emprendedor exige ir más allá de la
excelencia en un solo campo.
Una vez
establecida la competencia básica, los emprendedores deben desarrollar
sistemáticamente capacidades complementarias. Esta expansión incluye el estudio
de principios de marketing, comportamiento del consumidor, liderazgo, gestión de
equipos de trabajo, gestión estratégica de negocios y comunicación. Muchos
emprendedores obtienen estas experiencias interdisciplinarias a través proyectos
voluntarios y comunitarios, otras veces como parte de su trabajo o la colaboración
en proyectos diversos.
Las estrategias
de desarrollo más efectivas siempre incluyen la inmersión profunda en una
disciplina mientras se persiguen simultáneamente conocimientos y experiencias
en campos adyacentes. Leer ampliamente sobre economía, psicología, liderazgo y negocios
amplía la perspectiva y proporciona herramientas conceptuales para resolver
problemas complejos. Experiencias de colaboración o mentoría en diversas áreas
ofrecen orientación y aceleran el aprendizaje. La reflexión regular sobre la
necesidad de habilidades y la implementación de esfuerzos sistemáticos para su asimilación
continua aseguran un desarrollo equilibrado.
Para los
emprendedores, el imperativo es claro: cultivar una experiencia vertical (profunda)
y, al mismo tiempo, desarrollar competencias horizontales (complementarias). La
intersección entre conocimiento especializado y competencias complementarias
genera emprendedores capaces de innovar técnicamente y liderar
estratégicamente. Esta combinación resulta esencial para afrontar los desafíos interdisciplinarios
propios del proceso emprendedor.
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